viernes, 6 de julio de 2007

Insomnio y algo más

Algunas veces parece imposible quedarse dormido.
Es justo entonces cuando aparecen los fantasmas.
Fantasmas que nos estrujan el estómago, que nos miran directamente a los ojos con sus dimitutas pupilas mientras se aferran con fuerza, clavándonos las uñas. Ladean la cabeza lentamente, sonríen con aire de oscura pena y es entonces cuando empiezan a hablar sobre cosas que prefieres no saber.
En ocasiones, los fansasmas, envían a sus legiones de erizos que se instalan en la garganta donde sacan sus púas complicando el paso de la saliva y del aire.
Yo odio a los fantasmas.


Pero anoche no fue así. No había fantasmas, ni nudos en el estómago, ni erizos en la garganta, ni espectros en movimiento. Sólo había silencio.
Las sirenas dejaron de cantar y se quedaron inmóviles. Pasé por su lado y no se inmutaron. Estaban tristes y se negaron a producir cualquier tipo de sonido. Impasibles, húmedas y libres. Tan infelices y lánguidas como mi propia sombra.

Y es que siempre hay algo más cuando hace acto de presencia el insomnio...

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